Esta tarde de jueves de 15 de noviembre he tenido una de las experiencias más tristes y al mismo tiempo asquerosas de mi vida.
Después de comer y de volver al trabajo, el director de la ONG, dos compañeras camboyanas que trabajan con las comunidades y yo hemos ido a realizar una actividad con una de las comunidades acerca de como lavarse las manos bien.
Aunque parezca una tontería este tipo de training son más que necesarios, ya que muchísimas de las enfermedades que cogen es debido a una mala higiene y al simple hecho de no lavarse las manos o de hacerlo sin jabón o mal. Con esto no quiero decir que la actividad que han hecho mi compañeras haya sido excelentes pues creo que el trabajo y el proyecto de la ONG se ha de mejorar mucho, pero dejando ese tema a parte, el caso es que hemos ido todos a la comunidad.
Al finalizar la actividad, muchas de las mujeres (es que siempre son mujeres las que asisten) que estaban allí, se han quejado que uno de los mayores problemas que tienen que afrontar es que tienen el vertedero de basura de toda la provincia de Battambang (que es donde yo vivo), a unos pocos kilómetros de su comunidad y el hedor se hace insoportable cuando el viento sopla y cuando queman la basura el humo les llega hasta sus casas y les provoca enfermedades.
Al escuchar esto hemos decidido ir para allá para ver de cerca el verdadero problema. En el camino hacia allá en moto, han pasado tres camiones llenos de basura. Al llegar al sitio, este era asqueroso, que digo asqueroso, ¡ASQUEROSISIMO!.
Montañas de basura llenaban una gran extensión de tierra y justa al lado de estas montañas, había lo que en un principio me pareció una escuela con columpios. Al acercarnos, incrédula ante lo que veía, vemos a dos chicos “blancos” jugando a baloncesto con unos cuantos niños. En ese momento nos damos cuenta que no es una escuela sino un centro social. Los dos “barran” (como aquí se llama a los extranjeros) eran de Alemania, uno voluntario y el otro el encargado del proyecto. Se trataba de un centro social financiado por el gobierno alemán para proporcionar a los niños que vivían entre esas montañas de basura un poco de infancia y de dignidad.
En una de las habitaciones estudiaban cositas básicas los niños, en otra les enseñaban circo y arte y en la otra estaban haciendo una biblioteca. Nos han explicado que alrededor de 40 personas viven en el vertedero. Sus chabolas están en medio literalmente de la basura y se dedican a recolectar cosas que puedan vender. Inhumano, indígnate, indescriptible e insoportable es su situación. No podía casi hablar porque estaba intentando no respirar por la nariz para al menos no oler esa horrible peste y que no me dieran arcadas, pero ¿cómo es posible que esa gente pueda vivir allí? Lamentablemente la necesidad da lugar a esto y a cosas peores. Esta es la realidad de muchos países pobres, donde niños nacen y crecen rodeados de enfermedades, moscas y basura.
Me faltan palabras para describir lo que he sentido. Muchos son los documentales que he visto acerca de este tema pero nada tiene que ver con vivirlo en primera persona.
El proyecto alemán además se encargaba de que algunas de las familias que allí vivían separasen la basura orgánica de los plásticos y así poder hacer compost y luego venderlo y lo mismo con el plástico y les habían proporcionado una de las habitaciones del centro social para que al menos viviesen allí y no en sus chabolas entre la basura.
Admirable me ha parecido el trabajo de esos dos chicos alemanes que estaban trabajando en ese horrible lugar, pero más admirable me parece el hecho de que el ser humano sea capaz de hacer lo inimaginable por sobrevivir.